lunes, 21 de mayo de 2018

·· «Guía de perplejos» ··

Manuscrito hebreo 1348
Maimónides terminó de componer esta obra alrededor del año 1190. Es la clave de su pensamiento filosófico y ejerció una fuerte influencia en círculos tanto judíos como cristianos y sobre todo escolásticos.


En ella establece una conciliación entre la fe y la razón dirigida a quienes vacilan entre las enseñanzas de la religión judía y las doctrinas de la filosofía aristotélica que entonces imperaban, demostrando que no hay contradicción en los puntos en que fe y razón parecen oponerse. Es decir, una conciliación entre el sentido literal de las escrituras y las verdades racionales, acudiendo a la interpretación alegórica en casos de conflicto.




«El primer objetivo de este Tratado es explicar los
significados (ma'nání) de algunos términos que se hallan en
los libros de la profecía (kutub al-nubuwwa). Entre estos
términos hay algunos que son equívocos (mustaraka); los
ignorantes, sin embargo, les atribuyen sólo alguno de los
sentidos que tiene ese término equívoco. Otros son
usados metafóricamente (musta'ára); también los toman
en el sentido primitivo del que está sacada la metáfora. Y
hay otros que son anfibológicos (musakkaka), de modo
que unas veces son considerados como unívocos (tawátu’)
y otras veces como equívocos.
No es objetivo de este Tratado hacer comprender todos
ellos a la gente común y a los que se inician en el estudio, ni
enseñar a quien sólo estudia la ciencia de la Ley ('ilm al-
sarí'a), es decir, su jurisprudencia. El objetivo de todo este
Tratado y de todo lo que es como él es la ciencia de la Ley
en su verdadera realidad; más bien es el dar indicaciones al
hombre religioso en cuya alma está establecida y se ha
convertido en creencia suya la veracidad (sihha) de nuestra
Ley. Ese hombre es perfecto en su religión y en sus
costumbres, ha estudiado las ciencias de los filósofos y
conoce sus significados; la razón humana lo ha atraído y lo
ha dirigido para ocupar su puesto; pero se ve impedido por
los sentidos exteriores de la Ley y por lo que no ha dejado
de comprender o se le ha hecho comprender acerca de los
significados de aquellos términos equívocos, metafóricos y
anfibológicos.
Permanece, por tanto, en [un estado de] perplejidad y
estupefacción: o bien se deja llevar por su razón, rechaza lo
que sabía de esos términos y cree que ha rechazado los
fundamentos de la Ley, o bien se atiene a lo que ha
comprendido respecto de esos términos y no se deja
arrastrar por su razón. En tal caso habrá vuelto la espalda a
su razón y se habrá alejado de ella; cree con ello que ha
atraído sobre sí un perjuicio y un daño en su religión;
permanece con esas creencias imaginarias, pues de ellas
procede el miedo y la turbación, y no dejará de tener dolor
de corazón y una intensa perplejidad (hayra sadída).
Este Tratado contiene un segundo objetivo, que es explicar
alegorías muy recónditas que vienen en los libros de los
profetas, sin que esté claro que sean alegorías; más bien al
ignorante y al desconcertado le parecen que sólo tienen
su sentido externo (záhir) y no un sentido interno (bátin).
Sin embargo, si las considera quien es verdaderamente
sabedor y las interpreta en su sentido externo, le advendrá
una intensa perplejidad. Pero si le explicamos esa alegoría
o le advertimos de que es una alegoría, entonces estará en
la buena senda y se librará de esa perplejidad. Por eso he
titulado este libro Dalála al-ha’irín («Guía de perplejos»)».

martes, 15 de mayo de 2018

BOECIO

Sobre su vida...

Esta biografía está obtenida de su obra Consolidación de la filosofía, por parte de la editorial "El Cid Editor". Su nombre completo es Anitius Manlius Torquatus Severinus Boethius, nació el año 480 (o poco después) del linaje de los Anicii, durante el reinado de Odoacro, caudillo germánico que había puesto fin al Imperio romano de occidente destronando a Rómulo Augústulo. Desde muy joven estudió en Atenas las doctrinas de Platón, Aristóteles y los estoicos. Movido por la fama de su sabiduría, le nombró consejero (y probablemente cónsul), en 510, el emperador ostrogodo Teodorico, que en el año 490 se había proclamado rey, tras derrotar a Odoacro. Pero el año 524, por causas no bien conocidas, lo procesó y martirizó el mismo emperador. Murió Boecio alrededor del año 525 en la prisión de Pavía (Ticinium).

Boecio quiso traducir al latín toda la obra de Platón y Aristóteles y demostrar que sus filosofías pueden conciliarse, como creían la mayoría de los neoplatónicos, pero de este proyecto sólo nos quedan diversas traducciones de Aristóteles y varios comentarios. De las primeras, v. gr.: la traducción de las Categorías (y la Isagoge o introducción de Porfirio a esta obra), del tratado De la Interpretación , de los Tópicos y los dos Analíticos ; acaso haya hecho también la traducción de otras obras del Estagirita. De entre los comentarios figuran los dos de la Isagoge, dos del libro De la Interpretación y los de las Categorías, los Tópicos , los Analíticos y los Razonamientos sofísticos . También comentó los Tópicos de Cicerón . Boecio es, asimismo, autor de varias obras originales sobre lógica, matemáticas y música, y de varios opúsculos teológicos de contenido cristiano cuya autenticidad había sido puesta en duda, aunque parece establecida definitivamente desde los estudios de Krieg y, sobre todo, de Usener, que publica por primera vez un escrito de su contemporáneo y discípulo Casiodoro, donde asigna, efectivamente, estas obras a Boecio.


La autoridad de Boecio durante la alta Edad Media fue inmensa, y sólo puede compararse a la que ejercieron Aristóteles y San Agustín, pues es casi el único transmisor de la filosofía peripatética hasta fines del siglo XII, de la que sólo se conocía la lógica, la metodología y un resumen de la ontología. Él fue quien suscitó la cuestión de los universales, que llena todo aquel período, y quien enseñó a los filósofos medievales los géneros filosóficos de la interpretación y el comentario que llegaron a ser característicos. Y en su libro De consolatione philosophiae ofreció a la conciencia cristiana un sistema racional de teodicea que no contradecía al dogma; por eso llegó a ser uno de los libros más leídos, comentados e imitados de toda la historia de la filosofía, mereciendo su autor el dictado de “noster sumus philosophus”. Hoy podemos ver en Boecio al primer escolástico, pero también al último romano.

lunes, 7 de mayo de 2018

AL-FÂRÂBÎ



Aspectos sobre su vida...

Fue conocido como Abū Naṣr Muḥammad ibn al-Faraj al-Fārābī o al-mu‘allim al-tânî (“Maestro segundo”). No se constata la fecha exacta de su nacimiento, pero según nos indica Ibn Jalliqân murió alrededor de los ochenta años, en el mes de raŷab del año 339 (950), y por lo tanto la fecha de su nacimiento rondaría cerca del año 260 (871) en Transoxiana. Su primera formación también es desconocida.

Cuando se trasladó a Bagdad, conoció a importantes maestros, entre ellos Yûhannà b. Haylân, que se trataba cuestiones sobre lógica y fue médico nestoriano. Luego conoció también al famoso lógico y traductor Abû Bišr Mattà b. Yûnus, que también era nestoriano.
Al-Fârâbî estudió medicina (aunque nunca llegase a ponerla en práctica), matemáticas y música, de la cual fue uno de los primeros y más importantes teóricos de la época medieval. En Bagdad, estudió gramática con uno de los más importantes maestros de dicha disciplina, Abû Bakr al-Sarrâŷ, al mismo tiempo que éste aprendía sobre lógica de parte de al-Fârâbî.

Algo a destacar de al-Fârâbî fue su afinidad por el movimiento šî‘í. Los biógrafos Ibn Jallikân e Ibn Abî Usaybi‘a señalan en hacia el año 330 (942) al-Fârâbî abandonó la ciudad de Bagdad y se trasladó a Siria, gobernada por el soberano hamdaní Sayf al-Dawla, hasta la fecha de su muerte. Se podría sospechar que la razón de su traslado fue marcada por la mala situación del califato sunní de Bagdad, y que, por lo tanto, consideró el gobierno de al-Dawla como gobierno virtuoso (Madîna fâdila). En los salones de la corte del soberano al-Dawla se reunían hombres eminentes dedicados a las ciencias, poetas y filólogos. En un viaje hacia Egipto, gobernado por el imperio fâtimí (también vinculado al movimiento šî‘í), Abû Nasr compuso, según Abî Usaybi‘a, unos fusûl (Secciones o capítulos) de su obra Kitâb al-madîna al-fâdila, y acabó su obra Kitâb al-siyâsa al-madaniyya.

Los últimos escritos de al-Fârâbî, según los biógrafos, fueron de carácter político e intentaban abordar una suerte de reforma de gobierno en tanto que se rechazaba en dicho gobierno la oficialización de la ideología sunní. De ese modo, Abû Nasr se sentía más atraído por la filosofía griega, como vía de acceso a la verdad, que por la mera revelación, pues éste veía la filosofía como algo universal (incluso aplicable para los propios musulmanes) y como solución a los problemas políticos del estado islámico de su época.